Y es que creemos que todo depende de nosotros y no es así. Lo que sí depende de nosotros es soltar, confiar, descubrir las señales que nos indican nuevos caminos, abrirnos a nuevas oportunidades a nuevas rutas que nos permitan alcanzar la plenitud.
Hemos olvidado vivir el presente como lo hacen los niños, sin esfuerzo. Hemos perdido capacidad de ilusionarnos. Nos cerramos a lo nuevo, a la sorpresa, a lo imprevisto. No tenemos la suficiente paciencia ni sabemos esperar, queremos las cosas y las queremos ya, impacientemente y a veces obsesivamente.
¿Y dónde dejamos nuestras ganas de vivir y la ilusión?
¿En qué momento las perdimos? ¿Cómo recuperarlas?
Tenemos que dejarnos llevar hacia lo que pueda sorprendernos. No hay que buscarlo, sólo estar atentos y abiertos a recibir, sin esperarlo, ni desearlo ni obsesionarnos. Dejar fluir y tratar de percibir con qué facilidad pasan las cosas buenas.
Si pensamos en la vida como una fiesta a la que estamos invitados siempre, el único requisito para entrar es el de ir libres de prejuicios, de expectativas y de querer tener el control.
Atrevámonos a fluir. Saber vivir es saber fluir.
No es vivir a lo loco, se puede vivir con responsabilidad fluyendo. Ahí está la clave.
Fluye y deja fluir...
Fluye y deja fluir...
(Basado en "saber vivir es saber fluir" de A. Merino)
JAC 2016
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