Cuentistas y Soñadores

jueves, 28 de abril de 2016

Absurda Paradoja II

Este es el segundo relato. Siempre la lógica inocente de un niño nos puede hacer dudar e incluso rectificar (porque es un lenguaje directo a nuestro niño interior) En este caso, la terrible historia anterior se transforma completamente. 
Esperamos que ese gesto entre triste y asombrado se torne en uno sonriente y positivo :-)

  El niño observó cómo algunos pájaros llegaban volando para posarse en las ramas del joven árbol. Al rato escuchó el ruido del motor de la furgoneta, que momentos después se detuvo cerca.
Unas cuantas aves más abandonaron apresuradas su refugio cuando la motosierra cobró vida con su atronador ruido...


 
Antes de que el resto de la bandada huyera volando de la copa del árbol y antes de ser malherido por los dientes de la máquina, el niño se acercó al hombre que sujetaba en sus manos la motosierra, mientras los últimos pájaros, asustados por el ruido, huían de la copa.

 
El hombre, al ver acercarse al niño, le hizo un gesto, levantando la amenazadora máquina, para avisarle del peligro. Como el niño no se paraba, el hombre apagó el motor, quedando un fuerte olor a gasolina y humo. El niño se acercó más y le preguntó al hombre:

 
- ¿qué vas a hacer?

 
- Cortar este árbol

 
- ¿Para qué?- volvió a preguntar el niño, ya menos asustado al haber cesado el ruido.

 
- Soy carpintero y necesito la madera para hacer mi trabajo.

 
- ¿y cual es tu trabajo?

 
El hombre explicó al niño que tras cortar el árbol, cerca de su base, para aprovecharlo al máximo, lo cargaba y sujetaba al techo del vehículo para llevarlo al taller.

 
El niño le interrumpió preguntando:

 
- pero ¿el árbol está todavía vivo aunque lo hayas separado de sus raíces?

 
- supongo que sí- le respondió el carpintero incómodo.

 
El hombre le siguió explicando que una vez en el taller, con otras máquinas le quitaría la corteza, las ramas, y lo trocearía en partes más pequeñas.

 
- ¿y para qué? Le preguntó el niño con los ojos muy abiertos,

 
- para construir casitas para pájaros...

 
El niño miró entonces hacia arriba y el hombre también lo hizo. Ambos vieron como iban regresando los pájaros a su morada en la frondosa copa de aquel joven árbol.

 
- pues yo creo que alguien hizo ya antes tu trabajo, dijo el niño y se alejó.

 
El hombre se quedó mirando un rato más a la copa del joven árbol, a la que iban regresando más aves. Bajó la mirada hacia la grasienta máquina, vieja compañera a la que miró por primera vez como una máquina de muerte, acordándose de la pregunta del niño de si el árbol seguía vivo al separarlo de sus raíces.

 
Miró cómo el niño se alejaba y escucho el murmullo de las hojas del árbol sobre su cabeza y el piar de los pájaros en su interior. Se volvió hacia su furgoneta, cabizbajo, dejó la motosierra en su cajón y al arrancar, escuchó el alboroto de los pájaros, que volvían a salir volando asustados de las ramas. Miró de nuevo hacia arriba y creyó ver cómo el árbol movía sus ramas a modo de despedida.

 
Unos metros más allá, volvió a ver al niño, que lo miraba pasar, sin ningún árbol atado al techo. Sonreía saludándole con la mano. Decía algo. El hombre se alejó pensativo y creyó escuchar en su cabeza: "gracias, buen trabajo..."



 
JAC 2016

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